Es
evidente que las tecnologías de la información y la comunicación
han influido siempre a
lo largo de la historia sobre las distintas
formas de educación.
Los
diversos productos tecnológicos relacionados con el almacenamiento y
transmisión de
la información, desde las tablas de arcilla pasando
por el papiro y el papel hasta llegar a los
formatos digitales, son
una muestra de como “el hombre es capaz de adaptar el medio
ambiente para si mismo y así resolver sus necesidades”.
La
época en que vivimos, a la que algunos autores llaman
postmodernidad, otros,
modernidad líquida, se caracteriza por
cambios sociales abruptos marcados por la impronta de la
evolución
de las formas de comunicarse y acceder a la información que poseemos
los seres humanos y a la que la educación trata penosamente de
seguirle el paso.
En
la Edad Media fue la pareja familia-iglesia quien centralizó el
poder de la comunicación
y la información, por ende, también fue
el pilar de la educación. En la Modernidad, la escuela desplazó a
la iglesia en su rol y junto a la familia fue determinante en la
educación de miles de seres
humanos que pasaron por sus edificios.
La
actualidad parece mostrar un divorcio entre familia y escuela,
seguramente basado en las
siguientes causas:
• La
escuela ha dejado de ser el centro del saber.
• El
educando ya no aprende solamente de la escuela sino que también está
influido por el
poder de las nuevas tecnologías de la información
y la comunicación.
•
Nuevas configuraciones familiares distintas a la familia nuclear que
caracterizó a la
Modernidad.
•
El docente, que es por naturaleza resistente al cambio, ha sido
formado en una concepción
de comunicación distinta a la que hoy es
necesario concebir.
Teniendo
en cuenta que la educación generalmente se da desde los adultos
hacia los jóvenes,
esta última causa resulta fundamental para
achicar la brecha en lo que respecta a la comunicación entre si.
Los
cambios en estas concepciones, potenciados por las nuevas tecnologías
de la
información y la comunicación parecen
presentarse como
nuevos desafíos en la educación de
principios de siglo XXI.