miércoles, 12 de octubre de 2011

La educación y la comunicación a comienzos del siglo XXI.


Es evidente que las tecnologías de la información y la comunicación han influido siempre a lo largo de la historia sobre las distintas formas de educación.
Los diversos productos tecnológicos relacionados con el almacenamiento y transmisión de la información, desde las tablas de arcilla pasando por el papiro y el papel hasta llegar a los formatos digitales, son una muestra de como “el hombre es capaz de adaptar el medio ambiente para si mismo y así resolver sus necesidades”.
La época en que vivimos, a la que algunos autores llaman postmodernidad, otros, modernidad líquida, se caracteriza por cambios sociales abruptos marcados por la impronta de la evolución de las formas de comunicarse y acceder a la información que poseemos los seres humanos y a la que la educación trata penosamente de seguirle el paso.
En la Edad Media fue la pareja familia-iglesia quien centralizó el poder de la comunicación y la información, por ende, también fue el pilar de la educación. En la Modernidad, la escuela desplazó a la iglesia en su rol y junto a la familia fue determinante en la educación de miles de seres humanos que pasaron por sus edificios.
La actualidad parece mostrar un divorcio entre familia y escuela, seguramente basado en las siguientes causas:
La escuela ha dejado de ser el centro del saber.
El educando ya no aprende solamente de la escuela sino que también está influido por el poder de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación.
Nuevas configuraciones familiares distintas a la familia nuclear que caracterizó a la Modernidad.
El docente, que es por naturaleza resistente al cambio, ha sido formado en una concepción de comunicación distinta a la que hoy es necesario concebir.
La dificultad que tienen los adultos para incorporar las nuevas tecnologías hace que se distinga entre nativos digitales e inmigrantes digitales.
Teniendo en cuenta que la educación generalmente se da desde los adultos hacia los jóvenes, esta última causa resulta fundamental para achicar la brecha en lo que respecta a la comunicación entre si.
Los cambios en estas concepciones, potenciados por las nuevas tecnologías de la información y la comunicación parecen presentarse como nuevos desafíos en la educación de principios de siglo XXI. 

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